Entendemos como tecnología para la diabetes el uso de diferentes dispositivos tecnológicos con el fin de mejorar el control glucémico y la calidad de vida de las personas con diabetes.
En las últimas décadas, hemos asistido a enormes avances en el desarrollo y extensión del uso de diferentes sistemas, desde los infusores continuos de insulina, también llamados bombas de insulina, a los monitores de glucosa intersticial o sensores de glucosa y, más recientemente, los sistemas de asa cerrada, conocidos como sistemas de páncreas artificial.
Incontables estudios, en los últimos años, han demostrado el beneficio que aportan todos estos sistemas en cuanto a mejora del control glucémico, reducción de la frecuencia de hipoglucemia y aumento de la satisfacción de las personas con diabetes tipo 1 y sus familias.
Conforme se ha ido extendiendo el uso de la tecnología a cada vez más personas con diabetes, ha surgido el dilema sobre las ventajas y limitaciones de la utilización de dichos dispositivos en personas de edad avanzada.
El uso de la tecnología para la diabetes en personas de mayor edad se vio inicialmente limitado por la supuesta mayor dificultad de las personas con edad avanzada para el aprendizaje de nuevas habilidades, y especialmente para el uso de la tecnología. Además, problemas visuales, auditivos o de movilidad, más frecuentes en población anciana, podrían suponer un obstáculo para un aprendizaje y manejo adecuado de los dispositivos tecnológicos.
No obstante, por otra parte, las personas con diabetes tipo 1 y edad avanzada presentan mayor vulnerabilidad ante las hipoglucemias, por un posible peor reconocimiento de los síntomas de hipoglucemia, una probable menor capacidad de prevenirlas y tratarlas y un mayor riesgo de hipoglucemia grave1-2. De hecho, se han propuesto objetivos de control menos estrictos en personas con diabetes tipo 1 de mayor edad, precisamente para minimizar el riesgo de hipoglucemia (Figura 1)3.
A priori, al igual que en la población general, las bombas de insulina, en pacientes de edad avanzada, reducirían la frecuencia de hipoglucemias. También, el uso de sensores de glucosa intersticial, con alarmas, podrían permitir al paciente y a su familia evitar eventos hipoglucémicos. Finalmente, los sistemas de asa cerrada permiten un control óptimo de la glucemia, con prácticamente desaparición total del riesgo de hipoglucemia. Además, la posibilidad de seguimiento remoto de los valores de glucemia de la persona con diabetes, por parte de familiares o cuidadores, aporta una sensación de seguridad y confianza a ambos.
Para abordar este dilema, recientemente se han publicado diferentes estudios evaluando el uso de tecnología en concreto en las personas con diabetes tipo 1 de mayor edad4-9.
Según nuestros datos en 47 personas de edad igual o superior a 65 años4, el uso de monitorización continua e intermitente de la glucosa intersticial, bombas de insulina y de sistemas de asa cerrada permitió una reducción de hemoglobina glicosilada media de 7,8% a 7,4%. Además, el objetivo de tiempo en rango entre 70 y 180 mg/dl > 50%3 se cumplió en casi un 70% de los pacientes, y cerca de la mitad de los pacientes consiguieron un objetivo de tiempo en rango entre 70 y 180 mg/dl > 70%, superior al propuesto para esta población. No obstante, pocos pacientes conseguían cumplir los objetivos en cuanto a frecuencia de hipoglucemias, presumiblemente porque los objetivos de control perseguidos, tanto por los profesionales como por las propias personas con diabetes, fueron más estrictos de los recomendados. Además, las dificultades para entender el dispositivo, la fatiga de alarmas o la ausencia de percepción de beneficio llevaron a la suspensión del uso de los dispositivos en un 11% de los pacientes.
Específicamente en relación con el uso de sistemas de asa cerrada en personas de mayor edad, diversos estudios han demostrado que es seguro y eficaz, incluso en personas con diabetes de larga evolución, y que mejora aspectos como la calidad del sueño7-9.
En un futuro cercano, es previsible que el uso de la tecnología se extienda también a personas con diabetes tipo 210. Igualmente, será necesario ponderar los beneficios y las limitaciones del uso de la tecnología específicamente en la población de mayor edad.
En conclusión, el uso de tecnología para la diabetes en personas con diabetes tipo 1 debe individualizarse, ponderando los beneficios y los inconvenientes, así como los objetivos de control específicos para cada individuo. En ningún caso sería éticamente aceptable limitar, por razones exclusivamente de edad, el acceso al uso de una tecnología que puede suponer un cambio radical en la calidad de vida de personas mayores que, en la mayoría de los casos, han pasado gran parte de su vida conviviendo con las dificultades del control de la diabetes.
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